18 de julio de 2011

Para variarle un poco, algo de odio

Estoy tentada a saludar al lector en estas líneas y arrojarle a la cara un bonche de palabras lindas, pero no sé si sea apropiado estropearle la vida de esa forma. ¿Qué pensará después: que podrá regresar a este blog cada que necesite escuchar palabras de ánimo y aliento? ¡Pobre de mí! Estaré condenada a contribuir para que otros tengan días felices mientras yo me quedo vacía de ellos. Mejor ahorrarme tal tragedia y dejar al lector igual que antes, con su basura interna. Así que iniciaré este post con el título de las 10 cosas que más detesto:

Las 10 cosas que más detesto

1.

2. Uno planea un fin de semana fuera de la odiosa ciudad y renta una cabañita en la montaña junto al lago, frente a las albercas de agua termal y espera uno disfrutar de ese silencio ensordecedor y convivir lo más posible con la naturaleza. Y, entonces, aparece el sentimiento de odio, cuando la gente naca se trae su grabadora para poner la música a todo lo que da mientras se ponen hasta las chanclas haciendo un desmadre toda la noche y hablando a todo pulmón sin importar lo que quieran los demás.

3. Es terrible que cuando alguien no tiene nada qué decir haga malos chistes o diga comentarios con el fin de molestar, solo por miedo a quedar en silencio. Es mil veces mejor quedarse callado que hacer comentarios innecesarios, que solamente hacen quedar mal al receptor.

4. Lo peor es encontrarte un día con que las personas cercanas están robando palabras o frases o ideas enteras de tu autoría; que las hagan propias y te dejen sin originalidad. Pero es más insultante encontrarte a ti mismo robando palabras, frases o ideas enteras, aún sabiendo que es un hábito intolerable.

5. Es terriblemente odioso llegar a la casa después del trabajo y que alguien te asalte inmediatamente a contarte, a preguntarte, a decirte, a gritarte, sin dejarte respirar y tirar en la cama los malhumores del día. Solo después, y nunca antes, uno está listo para interactuar nuevamente con otro ser humano.

6. El colmo: que cuando vas caminando por la calle o cuando estás hablando con alguien, te miren las bubis o las piernas o el trasero. Pero lo peor es que lo hagan ¡descaradamente! *!#&!/#*&!*#(Q(!*#&

7. Le cuentas que eres vegetariana y se lo repites en varias ocasiones. Lo impensable es que todavía tenga el descaro de invitarte a ir por unos tacos o a algún restaurante especializado en carne o a alguna carne asada o... Quizá, lo peor es que te diga: “¿En verdad no comes nada de carne?”, y salga con: “Nada más por esta ocasión”.

8. Debería ser un crimen, y penado con la muerte, a quienes se atreven a quitarte las ilusiones en un momento, sin miramientos ni cuidados, sino con el más grande descaro de la arrogancia.

9. Sábado de noche y nadie tiene plata, ni ganas, ni creatividad, ni hambre, ni sueño, ni carro, ni paragüas, ni tiempo, etc.

10. Nada más molesto que alguien, estando en tu presencia, hable para sí comentando todo lo que hace. Está leyendo algo y comenta o hace expresiones en voz alta, como: “Aja”, “Mmmm”, “No lo creo”, “Jajajaja”. O que esté preparándose para ir a domrir y comience: “¿Qué iba a haccer? Así, ya me acordé”.

1 de julio de 2011

Luz interior

A veces es innevitable no sentir que la vela con su fuego que ilumina el espíritu se haya apagado. Las ráfagas de viento que azotan el alma tempestivamente, la lluvia que no deja de llover y que moja todo a su paso, han logrado ahogar la luz interior. Fuego para alumbrar, guiar, calentar con tibio calor la fría oscuridad que trae el vivir.

Imagino mi interior. Imagino una banca en medio de una cueva oscura y húmeda. Imagino sobre la banca un vela que lucha por mantenerse encendida. Imagino el fuego que alumbra en la penumbra de mi interior. Imagino la oscuridad después de que esta luz finalmente se ha visto derrotada por mí misma. Imagino que deseo encenderla. Imagino que no puedo.