Dios es un asilo; de
todos los corazones viejos,
de los seres cansados
y agotados.
La vida cansa y cuando
se vive con mayor
intensidad, se muere
más rápido.
Vivir envejece la piel,
seca los huesos y
palidece la luz de
la mirada tierna,
joven y dulce.
Dios es el refugio de
los vivos, de los más
vividos; de los que
están pudriéndose.
Estar viejo no es tener
arrugas, es sentirlas
en la piel callosa;
en la sangre espesa.
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