Uno se topa con el Sentido de la Vida a cada rato, cuando menos se lo espera allí está, listo para ser visto, de colores amarillos y verdes fosforecentes para no pasarlos por alto, y saltando en un solo pie con el dedo en la nariz y el otro brazo extendido, puesta en la cabeza una peluca de payaso y un gran sobrero de Sombrerero.
No te invita ni te mira simplemente se dedica a susurrar al oído todas las estupideces que se le ocurren en la cosa que tiene por arriba de las cejas. Camina contigo y te toma de la mano con la promesa de no soltarte ni darte el aviso de su próxima partida.
Así que hay que llevarla a comer con uno, que invitarla a dormir en la misma cama, presentarla en el lugar de trabajo, llevarla los fines de semana de paseo, invitarle la película, las palomas y los chocolates. Toma del mismo popote que uno y a veces hasta se pone a conversarte mientras te estorba para hacer del baño.
Después de un rato tienes que presentarle a la familia: la matrona Melancolía, el macho Rechazo de Siempre, los mellizos Trizteza y Agonía, la mascota Odio, el viejo decrépito Sabiduría y la que limpia, la Llorona.
Un día de estos, como suele hacerlo de vez en cuando, desaparece sin haberse llevado sus cosas y se va a no sé dónde porque no soporta la presencia de la Felicidad que se digna a visitarte esporádicamente de vez en vez. A la mañana sigueinte despiertas y ya está allí otra vez, esperando que despiertes para recordarte el desalentador sueño de la noche y hacerlo realidad. (I´m back baby). Sonríe.
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