Como si fuera la última vez.

Si, es verdad que las páginas son insuficientes y he tenido que recurrir a lo digital para que pueda decir y decir sin tener el fin de la hoja o del espacio en el librero. Pero qué más da si siempre será lo mismo, el mismo tecleo repetitivo que desahogue mi alma del ayer, de lo que fue un día y que sigue siendo hoy... esta noche.
De los brazos que no son tuyos pero que desearían serlo, de las palabras que te dedico como si fueras a leerlas o de tantas otras cosas que compartimos como de los días y las rutinas, de largas conversaciones en tu auto o el autobús, el metro o caminado hacia tu casa, la mía, el cine, la escuela, la iglesia.
De lo mucho que dijimos con la boca, las miradas, las manos, los silencios y los gritos que pegamos el último día de nuestra...

¿Qué fue, qué vivimos, qué tuvimos (si es que lo que tuvimos realmente lo tuvimos)?
¿Qué me duele, qué es lo que no dejo ir porque pienso me sigue anaquilando por las noches, los días de lluvia, el invierno, las películas y canciones de amor y desamor?
Antes sabía muy bien qué extrañaba y qué era lo que me dolía de no estar contigo pero hace tanto que ya no estamos juntos y que ya no te conozco que no sé qué es lo que realmente me duele, si es que acaso algo lastima.

Talvez es una necedad inolvidable que me impide dormir en la apatía, pero ¿cómo es posible que me regale un dolor para segur viva? Es tan ilógico seguir pensando en ti cuando las cosas tuyas son polvo que el viento se llevó y que no quiero recuperar sino sólo a palos, a golpes, a lágrimas.

Pero basta de lloriqueo incesante porque hoy estoy bien, porque hoy me siento más que estable, tengo la felicidad circulando por las venas, dando vida a todo mi cuerpo que ya no le pertenece a nadie mas que a mí.
Felicidad, dicha de mis días, diluida en sonrisas e incipientes lágrimas que arrojan gotas que se mantienen marchitas. Felicidad, como si pudiera describirla.