12 de enero de 2009

¡Me voy a casar!

Ya sé que un post atrás escribí cuán ridícula era la idea de casarme terminando la carrera. Pero más ridículo es lo que tengo que contar, porque suena a película, y aún no me la creo.

Un día de mis vagaciones, fui a visitar dos museos que siempre visito con rigor en la ciudad de México. Uno nunca espera más de esas visitas que el descubrimiento del pensamiento humano en su expresión máxima de creatividad, ya sea sublime o inverosímil.

Un momento incómodo el que viví cuando me di cuenta que mientras miraba uno de los cuadros expuestos con tal concentración, un chico del otro lado de la sala hacía lo mismo pero el objeto al que devotamente miraba ¡era yo! Podrán imaginar la sorpresa que fue ver su mirada en mí, peor aún, el bochorno que me causó. Pero a él le pasó igual, no esperaba que en ese momento girara y lo sorprendiera en el acto.

Después, como se imaginaran, no pude volver a mi estado de «espectador extasiado». Me preguntaba qué estaría sucediendo en la cabeza del chico, que debo mencionar no estaba de mal ver. Caminé hacia el siguiente cuadro y al otro y al otro mientras mis latidos de corazón hacían más ruido que mis propios pasos. No contuve más y miré de nuevo, esta vez hacia todos lados para encontrar que el chico ya no estaba en la sala. Se había esfumado de repente.

Fue entonces que sentí alivio, como si me hubieran salvado de hacer un exámen o como si todo lo hubiera solamente imaginado, como si hubiera querido imaginar una historia interesante en el museo. Terminé de ver las exposiciones y decidí ya no ir al otro museo. Mi estómago rugía un poco y decidí salir a comer. Subí al carro y pensé consentirme un poco y comer algo rico. Llegué al lugar de las crepas, una esquina iluminada románticamente en la condesa. Me senté, miré el menú, pedí y seguí esperando. Pero lo gracioso viene ahora, el chico del museo estaba sentado en una esquina del mismo lugar. Cuando me vio bajé la mirada ya saben. Me puse colorada, no sabía qué hacer, comencé a mover las piernas y las manos me sudaron horrible. Sentía que todos veían. Inexplicablemente, el chico se acercó y me preguntó si se podía sentar. Yo no podía creer que el chico que me pareció algo tímido ahora se quería sentar.

(Para no hacer más largo y tedioso este post, continuaremos en uno nuevo)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

DIME QUE ES VERDAD Y NO ES UNA DE TUS EXCELENTES HISTORIAS BIEN CONTADAS, DIME QUE ES VERDAD!!!! (aunque sí podría serlo, porque mi amiga de excelente ortografía escribió devotamente con B :O WOW )osea GU A UUU!. Espero que sea verdad. Tengo mucho que contarte... no tod es bueno ni todo es malo. I miss you badly

Anónimo dijo...

por cierto... ayer vi a dos posibles esposos jjaajajaja fue gracioso. Luego t cuento. CiaoO!