14 de septiembre de 2011

Asesinato en la colonia Leyes de Reforma

Me desperté de golpe. Esta mañana escuché un estruendo que hizo que mi corazón latiera más rápido de lo normal, y no supe si fue esto o la alarma de mi despertador, pero a las 7 de la mañana tuve un pálpito de horror y miedo que llenó toda mi sangre en segundos. Me quedé en la cama un rato, esperando descifrar si realmente había escuchado el estruendo o este había sido parte de mi sueños. Transcurrieron unos segundos, que me parecieron largos minutos, por lo encamorrada, pero no escuché nada.
Me di un par de vueltas en la cama para terminar de despertar y tranquilizar el miedo que me tenía turbada, y entonces me levanté. Caminé hacia el baño, cerré la puerta detrás de mí. Una vez sentada en la tasa, escuché un grito desgarrador que provenía de la calle, y así como inició, desapareció. Sequé mis manos y entonces un murmullo como de un millón de personas se escuchó cada vez más fuerte. Entré en pánico.

En ese momento sonó mi celular: una llamada entrante. Mi madre, al otro lado, me ordenó que subiera a la casa inmediatamente. Me paralicé. —¡Sube inmediatamente, ya!—. Torpemente movi un pie tras otro y salí en pijama a la casa de mis padres.

Lo que siguió fue el suceso más inesperado y aterrador de la colonia: en la calle que pasa a lado de mi casa, en medio, sobre el pavimento, estaba el cuerpo ensangrentado de un chico que parecía no rebasar los 18 años. La gente ya había rodeado el cuerpo y la madre del muchacho lloraba y gritaba y se desbarataba sobre su hijo. La escena fue horrorosa y no pude olvidar esa sensación de aquel momento.

En ese momento, se escuchó una patrulla acercarse. Antes que llegara la ambulancia, un par de helicópteros se acercaron. En ese momento todos los que presenciamos el momento supimos que algo había cambiado en nuestra colonia.

(*Ayer, cuatro horas antes de dormir, tomé una taza de café. Mala idea. No pude dormir. Justamente, esta historia surgió de una de las tantas pesadillas que desfilaron por mi mente anoche.)

1 comentario:

Israel Calderón dijo...

Ya me estaba espantando. Pero la que se espanto fuiste tu no?