27 de septiembre de 2011

El día que te fuiste, y tu ni te enteraste

Era una mañana normal, al menos para todos, porque para mí, todo era totalmente diferente. Me levanté en cámara lenta y me metí a la regadera. El tiempo corrió largo y lento. Me sentí como en un mundo paralelo donde te habían borrado de mi vida. Todos actuaban como si nunca hubieras existido, y yo era la única que me desmoronaba porque sabía que te habías borrado para siempre. Así que me quedé en la regadera, mientras mis lágrimas se confundían con el agua de la ducha, y el agua caliente me abrazaba.

Cerré los ojos esperando despertar de aquella pesadilla. Me levanté del piso de azulejo y me di cuenta que no sabía si tu habías sido un sueño con el que me había enamorado. Quedé mirando fijamente a la nada. Mis ojos hinchados no me dejaban ver con claridad. El dolor de cabeza la había hecho gigantesca y me dolía moverla siquiera para mirar a otro lado. Por un instante desee salir corriendo y abrazarte. Por un instante, después, desee gritarte y golpearte hasta dejarte muerto. Por un instante descubrí que estaba loca.

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